Bajo la luz de la luna gaditana: La Hermandad de la Buena Muerte, un pilar de la Semana Santa



Hoy quiero compartir con ustedes una historia fascinante: La Hermandad de la Buena Muerte de Cádiz. Es un relato de fe, devoción y perseverancia que se remonta a finales del siglo XIX.


Todo comenzó el 1 de diciembre de 1894, en la Iglesia de San Agustín. Un grupo de diecinueve devotos, liderados por el sacerdote Cándido Picamill, decidieron fundar una Cofradía dedicada a una impresionante imagen del Santísimo Cristo que se encontraba en el templo.




A pesar de una época de declive entre 1915 y 1921, la hermandad resurgió con más fuerza que nunca. Un grupo de 55 devotos, entre ellos los hermanos César y José María Pemán, la reorganizaron, dándole un espíritu de austeridad, recogimiento, silencio y rigor penitencial. Estos valores son, aún hoy, la esencia de la hermandad.

El Cristo y la Virgen: Obras Maestras del Arte Sacro

Las imágenes titulares de la Hermandad son piezas de gran valor artístico y patrimonial. La talla del Santísimo Cristo de la Buena Muerte, obra anónima de 1648, es considerada por expertos de la Santa Sede como una de las mejores representaciones de Jesús Crucificado en la cristiandad. La escultura, de autoría no confirmada pero vinculada a figuras como Juan Martínez Montañés o Alonso Martínez, destaca por su anatomía heroica y la expresión de paz posterior al martirio. La imagen fue restaurada en 1986 y 2010 por José Miguel Sánchez Peña.

Por su parte, la imagen de María Santísima del Mayor Dolor es una obra anónima cuya autoría se atribuye a escuelas italianas, aunque también se ha relacionado con escultores levantinos influenciados por las formas salzillescas. La talla, restaurada en 1985 y 2011, se caracteriza por su rostro de expresión doliente, con seis lágrimas de cristal que surcan sus mejillas y las manos extendidas portando un rosario y un pañuelo.

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