Un Abril de Contrastes: Entre la Lluvia Ferrolana y la Nostalgia Andaluza

La Semana Santa de 2025 ha quedado grabada en mi memoria como un crisol de sensaciones encontradas. Era mi primera vez viviendo estas fechas fuera de mi Andalucía natal, y la experiencia, marcada por la persistente lluvia en Ferrol, me ha llevado a reflexionar sobre la riqueza y diversidad de nuestra Semana Mayor.

Estaba en Ferrol con la ilusión intacta, expectante por descubrir cómo se vive la Pasión en esta tierra gallega de profunda tradición marinera. El Domingo de Ramos nos regaló un respiro, permitiéndonos disfrutar del fervor con el que los ferrolanos se entregan a la procesión de la Borriquita por parte de las hermandades de las Angustias y de Dolores, y de la seriedad de la Hermandad de la Soledad. Los niños, con sus palmas blancas, llenaban de alegría las calles, un preludio esperanzador de lo que anhelábamos vivir.


El Miércoles Santo nos ofreció otro pequeño oasis en medio de un cielo plomizo. La solemnidad de los desfiles procesionales de la Hermandad de la Merced y de la Hermandad de la Soledad, el recogimiento de los nazarenos bajo sus capirotes y la música de las bandas, aunque con la amenaza constante de la lluvia, nos permitieron atisbar la profunda devoción que impregna esta Semana Santa.


Sin embargo, la lluvia, implacable protagonista de esta primavera ferrolana, truncó gran parte de lo que esperábamos vivir. Las suspensiones de procesiones fueron una constante, dejando un vacío en el corazón de los cofrades y en las calles que ansiaban ver discurrir a sus imágenes más veneradas. La frustración era palpable, un sentimiento compartido por todos aquellos que vivimos y sentimos la Semana Santa con intensidad.

Y en medio de este panorama, la nostalgia de mi Andalucía se hacía más presente. Recordaba con nitidez el aroma a azahar en las calles de Cádiz, el bullicio respetuoso esperando el paso de las cofradías, la luz vibrante del sur iluminando los rostros emocionados. Echaba de menos esa explosión de fervor popular, ese sentir colectivo que envuelve cada rincón de mi tierra durante estos días.



Pero esta Semana Santa ferrolana, marcada por la adversidad meteorológica, también me ha enseñado algo importante: la esencia de la fe y la tradición trasciende las inclemencias del tiempo. He visto la dedicación de las hermandades, el esfuerzo incansable por mantener viva la llama de la Pasión a pesar de todo. He sentido el calor de los ferrolanos, su amor por sus imágenes y su esperanza de poder mostrarlas en todo su esplendor.

Esta experiencia agridulce me ha permitido valorar aún más la riqueza de las distintas formas de vivir la Semana Santa en nuestra geografía. Cada lugar, con sus particularidades y tradiciones, aporta una pieza única a este mosaico de fe y devoción.


Aunque la lluvia haya sido la protagonista inesperada de mi primera Semana Santa ferrolana, me llevo en el corazón la calidez de su gente y la promesa de volver a vivirla con un cielo más benévolo. 


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